miércoles, 5 de septiembre de 2012

Cruel destino.

Me levanto y veo las noticias en los diarios digitales. La que más me ha llamado la atención no ha sido ni la tristeza de Cristiano ni la visita de Merkel ni la subida del paro en agosto ni otras cosas. Ha sido la de un anciano de 74 años que enviudó la semana pasada y se quedó solo a cargo de un hijo de 46 gravemente enfermo en estado vegetal.
Este pobre hombre, con la depresión de su viudedad y la desesperación de no poder atender a su hijo ha decidido tomar la calle del medio y matar a su hijo y después suicidarse junto a la tumba de su esposa.

Cruel pero, tal y como estamos viviendo la vida hoy en día, totalmente comprensible. Es para recapacitar.
Pero mucho me da que el egoismo, el egocentrismo, la avaricia y la insolidaridad que cada vez más reina en nuestra sociedad esto no va a importar.

Yo, qué queréis que os diga, me  he visto impresionado. Pero temo que, una vez escrito esto, me vuelva a sumergir en mis quehaceres diarios y tenga esto como un recuerdo más de las injusticias que cada día más estamos viviendo, igual que vosotros que estáis leyendo esto, os impresionará más o menos, pero cuando cerréis esta página volveréis a vuestras preocupaciones. Tantas que al final nos van a hacer inmunes a los constantes destarifos de políticos chorizos de todos los colores que solo ven ladrones en el otro bando cuando ellos son tanto o más, medios de comunicación que manejan las noticias según el color político o equipo de fútbol del que son partidarios y desmanes a cientos que cada día vemos de una forma imparable, violación constante de derechos humanos en todo el mundo y un largo etcétera.

Al final los Mayas tendrán razón y puede que todo esto nos lleve a algo que ahora mismo nadie quiere ni puede imaginar. Pero es cierto que el débil equilibrio mundial está apunto de romperse y un nuevo orden tiene que implantarse.

No se puede estar pensando todos los días que somo inmortales amasando dinero y hundiendo a quien se ponga por el medio que impida conseguirlo sin importar las consecuencias.

El caso de este pobre hombre hasta me produce bienestar. Él y su hijo han dejado de sufrir. Me atrevo a decir que, tal y como está desarrollada la sociedad ahora, ha sido la mejor solución.

Q.E.P.D.

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